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Punta Sabre (3.136 m) y Bachimala (3.177 m)


Teníamos ansias de montaña y la espinita de un intento frustrado por el mal tiempo el año pasado. Así que no lo pensamos mucho, con el par de días que teníamos libres nos fuimos para Viadós.
Salimo el martes después de comer, Sergio, Sira y yo. Y en unas 4 horas de coche que se nos pasaron volando nos plantamos en el refu.
Para llegar, desde Hospitalet de Llobregat en nuestro caso, tomamos la A-2 en dirección Lleida y la cambiamos por la A-26 dirección Huesca hasta encontrar el desvío a Barbastro. Tomamos la  A-138, atravesamos Aínsa (lugar de visita más que recomendable) y a unos 25 km tomamos el desvío a San Juan de Plan, por la carrertera A-2609. Allí ya encontraremos señalización expresa del Refugio de Viadós/Biadós, a donde llegaremos resiguiendo 10 km de pista de tierra transitable y con un paisaje encantador.

Sobre las 20:00 estábamos colocando los sacos en nuestras camitas, en una habitación de ocho plazas que compartiríamos únicamente con un hombre.
Un ratito fuera del refu disfrutando de la tranquilidad del lugar y de las imponentes vistas del Posets ante nosotros, y directos al comedor, que se estaba más calentito y ya tocaba cenar.
Hasta el jefe de la casa se sorprende de cómo acabamos con todo, "si venís hoy de casa!" Sopita, ensalada, y costillas de cerdo. Vinito que ayuda a dormir y un yogur.

FICHA DE LA RUTA

Dificultad: Media
Desnivel positivo: 1450 metros
Distancia: 14kms
Tiempo empleado: 8 horas 15 minutos
Track de todo el recorrido

RECORRIDO

Después del desayuno, que nos dejaron preparado de víspera, porque bajamos a las 06:45, empaquetamos todo y dejamos ya nuestros cachivaches en el coche, y salimos del refu dándole la vuelta para ir a buscar por su parte posterior el sendero que da inicio a nuestra ruta. Menuda rampita nada más empezar! Unos veinte minutos muy intensos que hicieron que si teníamos algo de frío, desapareciera de repente. Nos sobraba todo!
Este primer tramo es cerrado, en un bosque de pinos, y nos deja en una zona abierta, de arbustos bajos, donde el camino se va alejando del cauce del río, dejándolo a nuestra derecha, y nos sube hasta el primero de los verdes prados que nos iremos encontrando loma tras loma.

A partir de aquí, podremos ver en todo momento el destino de nuestros pasos, aunque muy lejos, así que ya no tenemos pérdia.
Frente a Sergio, Señal de Viadós
Fuimos subiendo xino-xano las rampas que se sucedían, unas más llevaderas que otras, hasta llegar a la base del pico Señal de Viadós, que evitamos por su izquierda accediendo al collado homónimo. En este punto encaramos la subida a Punta Sabre, más directa imposible. Primero caminamos con mucha pendiente, después nos deslizamos levemente por una pequeña cresta y poco tardamos en encaramarnos a la roca. 
El desnivel aquí fue tremendo, pero mucho más asequible que en las praderías previas, pues subir con pies y manos hace que repartamos el esfuerzo, y además la concentración por no equivocar ninguno de los pasos no nos dejó pensar en el cansancio.
Después de trepar con mucha tensión pero contentos como niños chicos, y después de varios repechos engañosos, nos escurrimos entre rocas muy rotas, calculando muy bien cada movimiento, hasta llegar a la cumbre de Punta Sabre (3136 m). 
Otro 3000 a la butxaca! La alegría fue tremenda, cómo mola que las cosas salgan bien!

Paramos muy poquito porque por las montañas francesas asomaban ya nubes que parecían querer venir hacia nosotros, y aún teníamos algo de faena por delante.
No está mal, la cresta...
Sin bajar el nivel de tensión, pues los pasos aéreos no habían hecho más que empezar, nos metimos de lleno en la cresta que nos conduciría hasta Bachimala. No estaba lejos, pero nos llevó unos 45 minutos. La roca está muy rota y hay que ir con cuidadito. Pero la sensación de estar danzando allí arriba, con una anchura de un metro en muchos puntos y una caída de más de 100 metros a ambos lados, era genial.



Y por fin, cumbre en Bachimala (3177 m.), que nos recibió con los últimos restos de nieve de esta temporada.

Cumbre de Bachimala
La bajada, muy evidente, nos llevó primero por una tartera que deshicimos enseguida, pero que no quiero pensar en lo largo que se debe hacer subirla. Y luego por camino marcado con hitos fuimos cerrando la olla que forman los dos picos conquistados con el anterior mencionado Señal de Viadós, hasta llegar de nuevo al collado. Desde aquí sólo tuvimos que desandar el camino que habíamos hecho por la mañana.
Sí, de allí venimos
Hay que decir que la bajada fue matadora para nuestras rodillas, pero el pecho cargado de contentura, y la cervecita que nos tomamos en el refu, con los pies libres de la presión de las botas, nos quitaron todos los males.

Qué bien nos sientan estas cosas... Siempre quiero más!

1 comentario:

Padawan dijo...

Y no nos van a faltar!! Anda que no nos quedan proyectos por cumplir! Solo tenemos que ponerles fecha!! Muaka!!!